miércoles, 1 de diciembre de 2010

Del amor y otros demonios de Gabriel García Márquez.

Entrevista ficticia a Sierva María de todo los Ángeles, protagonista principal del libro.
                                                                                          

     Entrevistador:-¿Por qué le mentías a todos?
    Sierva María:- Yo me inventaba historias y cosas, les mentía porque es así como yo me crié, como yo crecí.  Mis padres no me criaron, me crió Dominga de Adviento, una negra y vivía con todos negros, esa era mi verdadera casa y mi verdadera familia. Los esclavos me enseñaron muchas cosas pero no tuve una buena educación. A mis padres no les contaba mis cosas porque no los consideraba mi familia y no veía motivo por el cual decirles lo que me pasaba; como cuando me mordió el perro, no les dije, cuando me vieron la pierna lastimada me preguntaron y les dije que me había caído del columpio. En el convento cuando me preguntaron les dije que me lo hizo mi madre con un cuchillo.
    Yo me hacía, se podría decir de alguna forma, la loca, todos creían que estaba endemoniada, que había demonios dentro mío que eran los peores que podría haber habido y que por momentos no era dueña de mí misma, que ellos me manejaban; pero en realidad no tenía nada, el perro me mordió pero no agarré la enfermedad de la rabia, nunca tuve fiebre, ni estuve enferma, ni endemoniada como todos creían, todo me lo inventaba.

    Entrevistador:- ¿Cuál creés que es el motivo por el cual tus padres te abandonaron o por qué no te criaron ellos? 
Sierva María:- Mi madre, Bernarda Cabrera, no me quería. se acordaba de mí solo en algunos momentos, mi padre, el marqués Casalduero, me tenía más aprecio que mi madre pero mucho no le importaba, aunque sí me cuidaba y trataba de que esté lo mejor posible cuando creía que estaba enferma.
    Mi madre desde que nací me trató como un renacuajo descolorido, me dio de mamar sólo una vez y después decidió no tenerme por miedo a matarme; yo creo que porque no me querían y les daba vergüenza  no se hicieron cargo de mí, me abandonaron en un lugar descampado y Dominga me recogió, me cuidó y crió. Ella fue la única que se preocupó por mí en ese momento.

    Entrevistador:-¿Te enteraste o alguna vez dudaste de que el padre de Bernarda junto con ella habían hecho un acuerdo para que ella esté con el marqués para arruinarle la vida casándose con él, teniéndote a vos y luego matarlo echándole láudano en la sopa y quedarse con sus fortunas? 
    Sierva María:- No, nunca me enteré de que habían acordado eso, pero sí me di cuenta de que eso no era una familia y que algo pasaba o había.
    Mi padre se murió de regreso de haber hablado con ella, con Bernarda, no porque ella lo haya envenenado con la sopa. A pesar de que no nos quería a ninguno de los dos, no se animo a matar a mi padre. Yo creo que al no matarlo algo de compasión tuvo por nosotros, en especial por él. Yo creo que no se animó porque no estaba muy de acuerdo con su padre, con lo que él quería hacer y que fue un poco forzada por su padre para hacerlo, y no fue con ningún interés de ella.

    Entrevistador:- ¿Cómo te sentís con el grupo de negros que te criaron?
    Sierva María:- Con ellos me siento muy agradecida por haberme criado, cuidado y enseñado muchas, todo lo que sabía lo sabía de ellos; aprendí a bailar antes que hablar, aprendí tres lenguas africanas distintas a la vez, entre otras cosas. Y además por haberse hecho cargo de mí cuando mis padres me abandonaron, en especial le agradezco mucho a Dominga de Adviento. A todos ellos los considero mi familia y me sentía muy cómoda viviendo con ellos. Me sentía parte de ellos, como un esclavo más, me había cambiado el nombre, por uno que se adecuara más al ambiente en el que vivía, a mi familia, el nombre era María Mandinga. Cuando me separaron de los esclavos, en los días que pasé en mi casa y en el convento de Santa Clara, fue muy feo no tenerlos presentes.

    Entrevistador:- ¿A Dominga de Adviento la considerabas tu madre?
    Sierva María:- Sí, ella fue la que más estuvo a mi lado gran parte de mi vida, ella era como mi madre, ya que tuve una infancia expósita.
    Cambiaron muchas cosas cuando ella murió porque era la que controlaba y organizaba todo; a mí me buscaron mis padres, me llevaron a su casa y me mandaron a dormir en un dormitorio que era para mí, que había sido donde vivió la primera marquesa, pero yo me escapaba, porque aunque Dominga se había muerto el resto de los esclavos estaban y ellos eran mi familia. Yo no me sentía cómoda en la casa de mis padres, además mi madre no aceptaba que yo estuviera allí, si estaba ella no tenía que estar yo, y si estaba yo ella se iba de la casa.
    Cuando nací tenía el cordón umbilical enrollado en el cuello y había posibilidades de que no viviese,  Dominga les prometió a sus santos que me concedieran la gracia de vivir y que así no me cortarían el cabello hasta la noche de mi boda, yo creo que eso solo lo pudo hacer una persona que realmente me quería como Dominga.

    Entrevistador:- ¿Qué te pareció el doctor, Abrenuncio?
    Sierva María:- Me pareció muy buen médico, con predisposición para ayudarme y una persona correcta, me trató bien, me agradó desde que lo vi y me dejé explorar el cuerpo. También a él le mentí cuando me preguntó con qué me había lastimado en el tobillo, pero ya sabía que me había mordido el perro. Yo estaba encantada con la astucia de Abrenuncio. Él fue el que supo que el perro tenía el mal de rabia y que yo podía llegar a tener la enfermedad pero que en ese momento no la tenía.

    Entrevistador:- ¿Qué pensaste cuando te llevaron al convento de Santa Clara?
    Sierva María:- En un principio no sabía dónde me llevaban ni qué hacía mi padre conmigo, me levantó muy temprano, me ayudó a vestir y me llevó, primero a misa y luego al convento. No me habían avisado nada, de lo que me iban a hacer ni por qué me llevaban a ese lugar extraño y desconocido para mí. El marqués me llevó al Convento de Santa Clara por orden del obispo para allí exorcizarme y así curar mi alma, ya que decían que estaba endemoniada y mi cuerpo no tenía curación,  pero que Dios podía salvarme el alma.

    Primero, sin saber el porqué iba, sentí que se comprobaba lo que pensaba, que no les importaba y me dejaban allí, diciéndome que en un tiempito saldría; pero luego comprendí que mi padre creyó que hacía bien y que me ayudaba a que estuviese mejor, pero se equivocó porque él no me conocía lo suficiente como para saber qué era lo mejor para mí, así logró hacerme más mal del que yo ya me hacía y luego terminé muriendo por un poco de culpa de todas las veces que me exorcizaron, por haberme enamorado de un sacerdote y también por mis  mentiras e historias. 

    Entrevistador:- ¿Qué te pareció Martina Laborde?  Terminaron siendo amigas ¿Cómo te sentías con ella?
    Sierva María:- En un primer momento no me pareció muy amigable porque ella no hablaba con nadie y se decían cosas raras y extrañas de ella. Martina estaba encerrada en una celda porque era una monja y se la culpaba de haber matado a dos compañeras suyas con un cuchillo de destazar, estaba condenada a cadena perpetua. Yo tampoco hablaba con muchas personas, con nadie en el convento, y todos me trataban mal, me querían sacar las cosas, pulseras, colgantes, en una oportunidad me sacaron los colgantes pero luego me los devolvieron.
    Cuando comencé a hablar con ella, con Martiana Laborde, ambas nos sentíamos muy cómodas y bien estando juntas, ella me enseñaba cosas, como por ejemplo  a tejer, que era lo que empecé a hacer en mis tiempos libres, cuando no estaba con ella, porque ahora las dos teníamos a alguien con quien estar y hablar.
    Cuando ella se escapó yo la cubrí y me inventé una historia para que ella estuviera bien y estuviera afuera del convento, para que ella sí pudiera ser libre; así no la buscarían tanto y no la volverían a encerrar.

    Entrevistador:-¿Por qué tratabas de forma despreciativa a Cayetano Delaura las primeras veces que estabas con él? ¿Qué sentiste luego por él?
    Sierva María:- En la celda del convento me tenían atada y no me trataban para nada bien, me trataban de loca y todos me tenían miedo porque estaba endemoniada, por tal motivo yo no trataba a nadie bien, no me relacionaba con nadie, hasta que empecé a hablar con Martina.  A Cayetano Delaura lo trataba mal porque para mí era una molestia las primeras veces que iba, me hablaba, me quería aflojar las cuerdas con las que estaba atada para que no me hagan mal, pero yo lo conocía como para dejar que haga las cosas que hacía conmigo y no estaba acostumbrada a que me hablen y me cuiden con tanta valoración y aprecio. Luego me di cuenta de que el quería ayudarme, me quería y estaba enamorado de mí. Él se portaba muy bien conmigo, me cuidaba, me respetaba, quería lo mejor para mí. Cuando empezó a ir más seguido lo dejé que hablara y que estuviera allí, que se quedara conmigo, fue así como empecé a sentir que me estaba enamorando de él; Cayetano era sacerdote por lo que no lo dejaban que se quedara a dormir en las noches conmigo porque iba en contra de la biblia. Cansado de ocultarse confesó que estaba enamorado de mí y lo condenaron a cuidar, bañar, alimentar a los leprosos y vivir con ellos, estar tirado como ellos, que hasta parecía un enfermo más.

    Entrevistador:- Retomando un poquito y para aclarar algunas cosas, ¿Por qué te hacías pasar por loca, endemoniada? ¿En algún momento pensaste que todo esto llegaría hasta tal punto de hacerte daño vos misma?
    Sierva María:- Me hacía pasar por loca y endemoniada, que estaba enferma, por que así por un lado, llamaría un poco la atención para que me tengan en cuenta, para que estén mas pendientes de mí ya que se había muerto Dominga y sentía que nadie estaba conmigo, que a la única persona a la que le importaba ya no estaba y me había quedado sola.  Y por otro lado, porque la gente creía que de verdad estaba enferma de rabia o que tenía demonios dentro de mí y tenían miedo de estar al lado mío, miedo de que le haga daño a alguien en esos momentos en que no era dueña de mí misma y me controlaban los demonios. Así me sentía más tranquila porque no me molestaban tanto con sus charlas y cosas a las que yo no estaba acostumbrada; pero también esto hizo que me despreciaran y discriminaran más.
    Cuando comencé con todo esto lo tomaba como un juego, como una diversión, una manera de ver como el resto se preocupaba y se asustaba a la vez. Nunca pensé que podría conducir a mí muerte. Cuando estaba encerrada sentía que las cosas no estaban bien, me estaba haciendo mal yo misma, pero a esa altura ya era tarde para volver atrás y cambiar las cosas. Mí muerte no fue mucho por eso pero si no fuera por mis inventos, mentiras y locuras, nunca hubiera estado allí y no hubiera sido ése mí final.

    Entrevistador:- ¿Terminaste muriendo de amor por el sacerdote? ¿Cómo te sentiste cuando te diste cuenta que ya no ibas a poder estar más con él?
    Sierva María:- Si, morí de amor por él. Lo estaba esperando porque me iba a sacar de allí, del convento, me quería salvar pero, como ya te comenté, él confesó su amor hacía mí y fue condenado a cuidar a  los leprosos y vivir con ellos; y no pudo ir a rescatarme, fue así como terminó mí vida.
    Fue muy feo saber que él ya no volvería y que no podría verlo más y que antes, las primeras veces que venía me hablaba, me cuidaba y yo lo trataba mal, siento que desperdicié ese tiempo de estar con él, cuando ya él me quería y yo no me daba cuenta y una vez que descubrí en realidad cómo era, lo que sentía por mí y yo por él, no lo volví a ver más. 

    Entrevistador:-¿Cómo crees que sería tu vida en este momento si no hubieras mentido y nada hubiera pasado?
    Sierva María:- Mucho no me imagino una vida diferente con todas las cosas que pasaron. Creo que con mis padres no estaría, ya que mi madre se fue de la casa no por una razón que haya tenido que ver conmigo y mi padre murió. Sin mis historias, mis inventos, mentiras y engaños no hubiera conocido a Cayetano Delaura y por tal motivo tampoco podría estar con él. Yo me imagino una vida con los esclavos que me criaron en la infancia; una vida no muy feliz, sin tanto amor como el que me podría haber brindado Cayetano, pero sí todos ellos me tendrían en cuenta, me cuidarían y no dejarían que nada malo me pase. Creo que a mi madre no la hubiera vuelto a ver aunque estuviera viva, ya que no se preocuparía por buscarme o visitarme, como tampoco nunca le importé. Yo, hija de noble y plebeya, no tuve ni me imagino tener, si no hubieran pasado todas estas cosas, una vida igual o parecida a la de ellos; sino una con menos engaños y con más felicidad.


No hay comentarios:

Publicar un comentario